Ser.

La simpleza de esta vida se reduce a la desnudez completa del yo. A la gracia de amar sin obligarse a necesitarlo. Al sentir sin gobernarse por el razonamiento. Esta vida se reduce a serla, no a vivirla.
La pregunta, entonces, no es ¿quien sos? o ¿por qué sos? La pregunta, simplemente, se reduce a ¿sos?
Tenemos la construcción de un mundo idílico que constantemente comparamos con la realidad que nos rodea y que muchas veces modificamos. El ser está en el destruir el yo “real” que es solo el resultado de los deseos y objetivos de nuestra realidad soñada, mas no el yo verdadero, que se encuentra oculto bajo capas de defensas e ilusiones. Para ser, entonces, hay que destruir, descargar, aceptar y aprender. El ser, señores, esta relacionado con el querer.
Por eso, destapando mis heridas para volverlas a ver, pude volver a ser. Por eso lloré y grité. Por eso morí y maté. Pero fui y seré.
Siendo descubrí la belleza de las cosas simples, aquellas que nunca logra devorar el tiempo. Noté por primera vez la satisfacción del suspiro y la suavidad de la caricia. Viví la calidez del instante momentáneo de cada abrazo.
La sinceridad tan solo en el roce de dos pares de labios.
Y me llenó de forma que estuve completa, hasta el punto de sentirme perfecta a mi manera.
Pude entonces el llorar sin sentirme culpable, el llorar sin hundirme en la pena.
Aprendí a entregarme en totalidad con lo que sea que hago, a brindar todo mi cariño sin estar amando.
El ser, el yo, el querer, el todo se conecta, y solo ahí sucede la vida, solo ahí se desarrolla la vida. Solo cuando uno se descubre y se entrega en su totalidad, solo ahí se vive, y se incita a vivir a los demás.
Sentimos entonces.
Soñamos entonces.
Deseamos entonces.
Somos.
Por eso en el hasta pronto, mi beso es mi despedida.
Un beso donde me vierto, donde me expando.
Un gesto donde me entrego, soñando.



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