Arrebol

A veces las mañanas juegan a ser frías.
Se mezcla la risa del viento con el llanto de las hojas, y bailan en el suelo congelado.
Ella se considera un animal taciturno, perdido entre las paredes de la ciudad. Ella no está equivocada.
Frota su rostro vagamente, con la mirada perdida en el arrebol de las nubes; sus pies se arrastran cansados por la grava grisácea que constituye el concreto.
El viento ríe un poquito más fuerte.
Los cuadrados se vuelven un poco más altos.
Aquellas nubes infinitas parecen confabularse para ocultar al sol por un día. Hoy son ellas el centro de atención.
Inspira, el aire cargado de tormenta.
Las manos bailan entre sus ropas, muertas, sintiendo el beso del terciopelo. El cabello revolotea furioso, queriendo escapar del cuerpo atormentado. Blanca, se confundiría con el cielo si no fuese por esas dos cerezas que conforman sus labios; y sus ojos.
Oh, dios. Sus ojos.
Están muertos.

Juegas a ser invisible.
Ella también lo hace.
Camina, arrastrando un envase destrozado entre callejones del olvido; invita a caminar a las sombras y al silencio.
No llama la atención.
-quien lo hace, pierde el juego-
¿Pasa el tiempo?
Los segundos y las horas para ella se han vuelto irrelevantes, nimiedades de la sociedad que se preocupa por sobrevivir mientras nadan en veneno.
Las hojas lloran, arrastrando nubarrones de polvo que solo la ocultan un poco más, como queriendo jugar con ella.
Ninguna sonrisa les agradece.

Los ojos, si están muertos, solo te sirven de espejos.
Los ojos, si sirven de espejo estando muertos, reflejan tu alma.
Sus ojos me reflejan.
Y me destruyen.

No somos más que piezas de un juego
donde ganan
los seres
invisibles.

Somos ladrillos de juguete que caminan en una ciudad construida de cartón, esperando un pincel que nos pinte una emoción.
Ella ya se cansó de esperar, y entonces, está caminando en una búsqueda insaciable de una grieta en el suelo.
De un charquito.
Tal vez, si se mira en él, pueda recuperar su alma en una de esas mañanas que les gusta jugar a ser frías.
Tal vez, quiera jugar con ellas.

Inspiro, y la observo.
Ahí está, jugando a ser invisible, entre toda esa gente desesperada.
Sin embargo, yo puedo verla.
Se dibujan las nubes, entonces, ahogadas en silencio. Se inundan en color.
Un arrebol irresistible… Ese que ahora se refleja en sus perlas grises.
Cierro los ojos.

El sol sale de nuevo.

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