La rutina mata

La rutina mata. Buena frase, no?
Y cierta, lo que la hace mucho más dura.
Porque realmente no hay nada más certero que el hecho de que la rutina nos termina matando, siempre.
Es simple de explicar.
El levantarse cada mañana deja de ser una costumbre linda para pasar a ser una cruel obligación.
Ese café o chocolate (incluso te) que tomabas cada mañana deja de ser ese elixir que te sabía despertar para empezar a ser aquel veneno amargo que te causa tan mal humor.
Dejas atrás la curiosa tarea de elegir la ropa que te refleje cada día para reemplazarla en la fastidiosa acción de elegir algo que te haga encajar con los demás, más allá de que lo detestes.
Aquel viaje en bicicleta, auto, taxi, colectivo, caminando, corriendo; ese viaje que disfrutabas y en el que veías el paisaje desaparece, para ser un eterno y a la vez tan corto trayecto que te dirige hacia tu agotamiento.
El trabajo, el colegio, ya no es el espacio donde sabías disfrutar y reír con amigos y compañeros, es sólo una carcel donde te hacen trabajar y te agotan, te destruyen desde adentro, hasta casi acabar contigo... Porque si de ti se deshicieran, perderían otro peón en su tablero.
La comida ya no tiene sabor, olor, textura; es sólo una sustancia informe que sacia tú necesidad básica, más no tu hambre.
El viaje de regreso a casa ya no es placentero; al contrario, sólo sirve para recordarte que sigues vivo, y por lo tanto, al día siguiente deberás repetir la rutina una y otra y otra vez.
Tu cama no es un consuelo, es simplemente el lecho donde te gustaría yacer eternamente... Pero a la vez es el que te recuerda que, si en el te acuestas, significa que al otro día deberás despertarte para seguir con las costumbres..
Tu casa ya no es tu casa, es sólo el lugar donde te lamentas por la vida que llevas, el lugar donde te preguntas que sería de ti si hubieses hecho algo mejor.
Y ya ni lo soportas, pero esa sensación, extrañamente ahora es también parte de tu eterna rutina.
Yn un día te cansas, de todo y de todos, pero el gritar basta, en ese preciso momento, no te va a servir de nada, porque ya es demasiado tarde para hacer algo.
Y ese día se desvanece tu esencia, y te vuelves tan sólo otro ente gris, otra sombra oscura, otra mancha imperceptible en la multitud.
Porque 'tu' ya no existes, sólo existe el envase que te contenía.
Y, es ese momento, es cuando, finalmente, te mató la rutina.

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