Crónicas de un silencio olvidado.
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Uno
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Que linda la lluvia.
Me recuerdan a vos los días de lluvia. Fríos, únicos.
Silenciosos.
Esas tardes en el café, vos y yo, yo y vos. Solos,
rodeados de nuestro mundo, viviendo…viviendo nuestra fantasía. Viviéndola.
Soñándola.
¡Qué únicos los días de lluvia! Siempre traen tu
recuerdo.
En el aroma. Huelo la lluvia, y me acuerdo de tu perfume.
Es que me encantaba. El perfume, que incluso te llegaste a comprar otra vez,
solo para complacerme.
¡Qué bellos los días de lluvia! Me hacen sentir como un
niño. Porque así era como me sentía envuelto en tus delicados brazos. En tus
únicos brazos. En los brazos, que eran solo míos.
Que eran.
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Dos
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Te acordás… ¿te acordás de esa primera
vez? De esa primera vez que nos vimos… Llovía, me acuerdo muy bien de eso.
La lluvia fue siempre una parte muy
nuestra.
Me acuerdo que fue en ese café que
estaba por cerrar. Luigi’s.
Yo… yo pedí un café. Y creo que vos
tomabas té. Nunca pude llegar a saberlo…nunca.
Levantaste la mirada, y supe que estaba
hechizado. Atrapado.
¡Qué ojos los tuyos! Su normalidad los
hacía simplemente perfectos. Oscuros, como la noche. Como vos.
Me acuerdo que me miraste feroz, cuando
viste que yo también quería el diario.
Nos paramos a la vez.
Y terminamos charlando en la misma mesa.
Discutiendo.
Pero no me importó. Porque yo solo
buscaba ver esa sonrisa en tus ojos.
Otra vez.
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Tres
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Todavía no entiendo cómo me enamoraste.
¿Habría sido tu belleza? Exótica. Esos
grandes ojos, que estaban a juego con tu hermosa piel morena. Modelo, te llamé
alguna vez, y te enojaste (aunque sonreías). Y ese pelo… Caía en sus infinitos
bucles canela hasta tu cintura. Simplemente hermosa.
¿Podría haber sido tu inteligencia? Lo
supe desde un primer momento. Ese brillo en tus ojos, esa cabeza. Esa forma de
afrontar las cosas, de una manera que nadie había planteado aún.
O tal vez…
¿Tu simpleza, tal vez? Era solo ese algo
que vos tenías, y que todavía no
entiendo. Vos eras simple. Tu vida era simple. Y a la vez, ¡que compleja eras!
Pero yo así te quería. Podías resolverlo todo, rápida y eficazmente. Era una
manera hermosa. Siempre supiste como terminar todo bien.
A veces demasiado bien.
Me pregunto porque no funciono conmigo.
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Cuatro
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Nunca terminé de saber de dónde venías.
Era un secreto.
Tal vez, sabías que iba a pasar.
Tal vez, no querías que te encontrara.
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Cinco
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Pero lo que más extraño, son tus
historias.
Nunca voy a entender porque no quisiste
escribir un libro.
Habría sido perfecto.
Me acuerdo de cada una de ellas. En el
parque. En nuestro café. En la cama.
Pero de las que más me acuerdo, son de
las que me relatabas en los fríos días de lluvia.
Esos días, todas tus historias eras
diferentes.
Vos no las contabas. Porque yo sabía,
que cuando te sumergías mirando las gotas, te ibas muy lejos.
Tus cuentos… Simplemente eran palabras
de alguien más, de alguien que lloraba junto a tu alma.
A veces, terminabas la historia, y te
quedabas callada. Horas. Y de repente, te movías de nuevo a la realidad, como
si nada.
Como extraño esos momentos.
Momentos donde te pintaba.
Donde te pintaba, como la reina de cada
una de tus historias.
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Seis
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Te acordás… ¿Te acordás de nuestros
besos?
Literalmente, eran mi droga.
El besarte, era sumergirme en un
torrente de sensaciones.
Era sentir tu alma fusionarse con la
mía.
Era como me contabas una historia. Pero
de una forma diferente.
Tus besos también eran distintos los
días de lluvia. Bajo la lluvia.
Que placentero. Que doloroso.
Que tristemente hermoso.
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Siete
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También extraño tu voz. La extraño
muchísimo.
Extraño cuando me cantabas a la mañana,
a la noche. Extraño que me cantaras en esa lengua tan extraña, que aún hoy día
no he comprobado que exista.
Solo te grabé una vez. Un día… un día
lluvioso. Un día tuyo.
Esa grabación… la sigo escuchando. Me
hundo en tu voz melodiosa, sensualmente peligrosa.
Llegas al final, en un llanto acompasado
casi a propósito por las gotas repiqueteando en el pasaje.
Y soltás una risa.
Solo entonces lamento no haberte grabado
más veces.
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Ocho
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Creo que nunca lloré tanto como cuando
te ibas.
Fue un día particular.
Me levante oliendo tu perfume. Él
perfume.
Pero, solo tu ropa estaba en la cama.
Saliste de la ducha. Vestida. Cambiada.
El pelo corto. Ropa oscura. Piel
asustada.
Me vestí, mientras vos esperabas
sentada.
Me acuerdo que me llevaste a Luigi’s. El
lugar estaba cerrado, pero no habían desalojado el edificio. Me sentí un niño,
como siempre, cuando entramos escondidos.
Me sentaste en la mesa donde habíamos
peleado por el diario. Me dijiste que caminara a mi mesa original. Vos te
fuiste a la tuya.
Y me miraste.
Quise hacer algo, pero no pude.
Apartaste la silla con cuidado, y
levantaste el bolso que yo ni había notado.
Creo que nunca presencié una sonrisa tan
triste como la que me diste ese día.
Saliste, dejando el diario, ese diario
sobre tu mesa. “Gané”, le habías escrito.
Lo tomé. Corrí. Te busqué.
Llovía.
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Nueve
.
Cuando te fuiste me dejaste todo. Pero
hubo algo que nunca encontré. Mi obra más preciada.
Me acuerdo muy bien de ella.
Nunca la entendí, pero sé que vos lo
hiciste.
No puedo describirla. Solo no puedo.
Espero que te la hayas llevado.
Y que la tengas guardada.
Esa obra era perfecta.
La amaba.
¿Y sabes por qué?
Estabas vos.
Y eso me bastaba.
.
Diez
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Que lindos los días de lluvia.
Ya han pasado muchos años, pero sigo
volviendo a nuestro café.
Luigi’s ya no está. Ahora solo se erige
un edificio tan alto, que tal vez nunca vaya a visitar.
Tampoco es que me interesa hacerlo.
Hoy ya son diez años. Diez años que te
fuiste.
Tal vez parezco un idiota, sentado en la
mesa de nuestro café, en esa que no tiene sonrisa.
Era tu mesa, ¿te acordás? La usabas
porque te gustaba sentir la lluvia.
Me acuerdo bien.
Hoy llueve.
En frente a mí, solo esta ese diario,
con la grabación y tu única foto.
Cierro los ojos, pero siento algo raro,
y a la vez tan conocido. Esa presencia.
Levanto la mirada, y te veo. Después de
tanto tiempo, te veo.
Pero no voy a buscarte.
Porque me lo dices todo con tu mirada.
Solo me das otra sonrisa. Y te vas.
Otra vez, te vas.
Me dan risas las caras de las personas
que se cubren, cuando ven a este viejo en una mesa sin sombrilla, con tres
cosas raras y una sonrisa estúpida.
Pero ellos no ven las lágrimas.
Solo necesito una servilleta para
escribirte esto. No te veo. Pero sé que lo vas a encontrar.
Siempre pudiste encontrar todo.
Levanto las cosas, me alejo.
Siento que, al fin, ya no me siguen
nuestros fantasmas.
No me siguen, porque revelé mis
secretos.
Los revelé en un suspiro, en la crónica
de un silencio olvidado.
En un pedazo de papel.
La lluvia me moja, pero me hace sentir
vivo. Y sé que a vos también.
Me alejo, sintiendo que aunque lejos, me
seguís al lado.
Casi puedo escucharte.
Que lindos los días de lluvia.
Que tristes.
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